viernes, 18 de abril de 2014

El vuelo a Europa (Segunda parte - New York a París)

24 de enero 2014. Ya voy en camino. Es la primera vez que viajaré tan lejos. Mis experiencias previas en los Estados Unidos se han limitado a California y Texas, del lado Oeste del país. Ahora voy al este, al lugar de llegada de cientos de miles de inmigrantes, la puerta de la oportunidad.

Mis compañeros de fila son muy amigables y hablan un inglés muy aceptable (para ser belgas, nuevamente sin albur). La señora va sentada del lado de la ventanilla, luego su amigovio (porque eso es, no están casados pero viajan juntos, juntitos) y luego yo del lado del pasillo. Durante las dos horas que dura el vuelo platicamos amigablemente. Resulta que están molestos con las autoridades gringas porque los han tratado muy mal.

Más tarde empiezan a acercarse con las bandejas del desayuno. Afortunadamente he comido en el aeropuerto porque resulta que United Airlines ya no da alimentos en ningún vuelo, ahora los cobran. Solo te dan las típicas bebidas (refresco, agua o jugo) porque si quieres una cerveza te la venden tres veces más cara que en el bar más caro del aeropuerto. Solamente tomo un refresco y una bolsa de cacahuates.

Finalmente empiezo a sentir el descenso. Es curioso como de pronto te das cuenta que el avión discretamente ha empezado a bajar y bajar. Mi lógica diría que el avión se acomodaría en un vector de aproximación directo, pero nuestro descenso se ve modificado por vueltas a la izquierda, a la derecha, subidas y bajadas. Durante quince minutos nuestro vuelo pareciera errático. Finalmente me decido y volteo hacia la ventanilla tratando de pasar de lado las sensaciones desagradables que me da el que nos movamos tanto.

¡Que maravilla! ¡Todo está blanco! Las nevadas son claras. Y de pronto otra imagen increíble: Pasamos por un lado de las cataratas del Niágara y las alcanzo a ver en todo su esplendor, pero congeladas. No hay palabras. Estoy tan arrobado que olvido sacar el teléfono para tomar fotos. Más adelante veo a Doña Libertad. Me imagino en los miles de refugiados que la vieron por primera vez desde sus barcos a su llegada.

Por fin iniciamos el descenso. Nos han solicitado que usemos los cinturones de seguridad todo el tiempo. De pronto aparece el aeropuerto y el avión toca tierra. He llegado a New York, aeropuerto New Ark.

Hace muchos años tramité la residencia norteamericana, por lo que no tengo problemas para entrar y salir de los Estados Unidos. Bajamos del avión y rápidamente me dirijo a migración. Toman mi green card y oficialmente estoy en los Estados Unidos. Antes de irme a la sala de abordaje (porque aún cuento con tiempo de sobra) decido salir un momento del aeropuerto. Por primera vez respiro el aire de New York, tomo la nieve con mis manos y agradezco la oportunidad de estar ahí.



Mi vuelo sale hasta las 6:05 pm. así que tengo algo de tiempo para hacer algunas cosas. Sin embargo aún soy medio guarín para moverme en otra ciudad que no conozco y no me atrevo a dejar el aeropuerto, ya habrá tiempo para ello después, así que solo paseo por todo el aeropuerto.

Entro en las tiendas duty free, veo los productos, veo a las personas (¡Ah como hay negritos!). Finalmente son las 5:10 pm. Corriendo llego a la sala de embarque donde tomaré el siguiente vuelo. Nuestro avión ya está ahí pero aún no iniciamos el abordaje. Cuando nos forman para pedirnos los documentos un negrito muy simpático me pregunta que cuanto tiempo estaré en París y le respondo que tres meses. Se me queda viendo con cara de envidia, pero ya no dice nada.

Pertenezco al grupo de abordaje 5, así que seré de los últimos. Mi asiento es el 33F (a la mitad del avión) y la sala de abordaje es la C120 (la cambiaron de último minuto).

Cuando por fin abordo el avión realizo un pequeño ritual que desde hace muchos años hago al subir a la nave. Toco con mis dedos el fuselaje y le digo "Pórtate bien". Entro, me indican mi lugar, acomodo mis cosas y me dispongo a iniciar el vuelo. Cuando veo, me doy cuenta de que el avión en realidad no va tan lleno. Mi asiento está en pasillo, a la mitad de la nave y los otros dos asientos a mi izquierda van vacíos. Esto me agrada, porque son muchas horas de vuelo y si lo deseo puedo estirarme en los tres asientos. La llegada a París está programada a las 7:35 am hora de Francia.

Cuando inicia el carretaje de la nave nos ponemos los cinturones. El capitán, un francés nos indica el tiempo de vuelo y los servicios que disponemos a bordo, mientras las azafatas nos dan las indicaciones de seguridad.

A las 6:02 pm el avión se encuentra listo para despegar. Esperamos unos minutos para la luz verde de la torre y ¡Arrrrrrrrrrrrraaaaancaaaannnnn! Nuevamente la velocidad me pega al asiento y en unos segundos hemos dejado tierra. Si la aventura había iniciado al dejar la Ciudad de México, ahora viene lo bueno.

Durante el viaje que nos llevará buena parte de la noche no puedo dormir. Me acomodo a lo ancho de los sillones pero no puedo dormir, así que mejor me pongo a ver cuanta película ofrecen a bordo ya que son gratis. Al igual que el vuelo de México a New York los alimentos y bebidas mejores son pagadas, por lo que me conformo con una cena incluida de pasta que no estaba tan mala como lo esperaba. Después de cenar, cada 45 minutos pasan a ofrecerte agua, por lo que a cada rato visito los sanitarios del avión.

No puedo dormir, lo intento pero no puedo.

Al cabo de muchas horas hemos dejado atrás el continente americano y el oceano. La ruta se nos presenta en las pantallas de los asientos, así sabemos por donde vamos y en dado caso donde se caerá el avión. Pero no pasa nada de esto. Finalmente empezamos el descenso hacia el aeropuerto Charles de Gaulle. El aterrizaje es rápido pero violento. Sentimos perfectamente el golpe cuando el avión aterriza, ahora no obtendrá de mi un aplauso. Carreteamos por la pista hasta llegar a nuestra zona de descenso. Me pongo mis tenis y cuando la luz del cinturón de seguridad se apaga me levanto y tomo mis cosas. Son las 7:45 am y afuera está todo oscuro. No parece que es de mañana. Ni siquiera pude ver la torre Eiffel a mi llegada porque el aterrizaje fue muy rápido, además de que no nos indicaron ni la hora ni la temperatura.

Salgo del avión y me dirijo hacia la zona de entrega de equipajes. De pasada me topo con migración. Espero que no me digan nada, ya que aunque tengo mis documentos en regla nunca tramité una visa ni nada por el estilo. Según tengo entendido no es necesaria, pero uno nunca sabe.

El oficial de aduana me mira cansado, se ve que ha estado de turno nocturno. Toma mi pasaporte, me pregunta que cuanto tiempo estaré en Francia y el motivo de mi viaje a lo que respondo que serán tres meses y que vengo de paseo. Me sella mi pasaporte y ahora sí, oficialmente estoy en Francia.

Me dirijo a la zona de entrega de equipajes. Después de algunos minutos aparece la maletota negra que me he llevado. La tomo con cansancio pues no he podido dormir y me dirijo a la salida. Ahí me espera una figura menudilla que reconozco de inmediato. Es mi hermana que ha ido a recogerme.

Salimos del aeropuerto y nos dirigimos a la estación del metro. Entramos y mientras ella me platica cosas me doy cuenta de que en realidad no estoy prestando mucha atención y no entiendo todo lo que me dice. Mi idea es permanecer despierto todo el día para dormir al horario francés y que el decalaje no me pese más de lo debido, pero ahora el cansancio empieza a hacer mella en mí. A bordo del metro nos dirigimos a la estación Simplón.

Llegamos a la estación. Descendemos del metro y salimos a la calle. Afuera ya es de día, la luz del sol brilla pero el frío cala bastante. Llevo mi abrigo de lana y abajo una chamarra térmica y aún tengo frío. Mis guantes no parecen filtrar la sensación térmica y mis pies se congelan. Sin embargo lo importante es que ya estoy en París. La fecha es 25 de enero de 2014.

Cuando llegamos al departamento sale a gruñirme su xolo, Carmen. No me conoce, por lo que me ve como un extraño. Le pido que me deje descansar solo un momento, pero sin darme cuenta caigo dormido al instante.

Cuando despierto han pasado un par de horas.

Pero no importa. Ya estoy en París.

25 de enero 2014.

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El vuelo a Europa (Primera parte - Ciudad de México)

24 de enero de 2014. No he podido dormir casi nada. Entre que pienso y no pienso solo he logrado dormir si acaso un par de horas. Veo mi reloj de pulsera, regalo de mi corazoncito (el cual me será de mucha utilidad pues además de darme la hora de México puede darme la hora de cualquier parte del mundo) e indica que son las 2:00 am. Así pues, sin poder dormir prefiero levantarme y dejar el hotel para irme al aeropuerto. Total, si voy a perder el tiempo en alguna parte con suerte puedo ver algunas aeromozas guapetonas y dejar esos 25 kilos de lastre debidamente documentados para el viaje.

Salgo del hotel a las 2:30 am. Camino los cien metros que me separan del hotel al cruce del boulevard para ingresar al aeropuerto por la sala de llegadas nacionales, de ahí tengo que subir por las escaleras eléctricas que me llevan al segundo piso y me dirijo hacia el mostrador de United Airlines. La idea que tengo es esperar ahí hasta que pueda documentar la maleta.

3:00 am.  Alcanzo las puertas corredizas de la sección de United Airlines.

"¿Que carajos?" Esa es la primera reacción y pensamiento que viene a mi mente. Si el día de ayer el lugar estaba tan solo como cementerio un lunes por la tarde, hoy a las 3:00 am es un hervidero de gentes. Las filas llegan casi a la puerta corrediza, por eso no la pude ver a tiempo. Con cara de incredulidad (en otras palabras con cara de pendejo) me acerco a la misma señito (la que el día anterior me había dicho que llegara tardecito, que al cabo no había tantos pasajeros) de información y le pregunto que qué pasa. Con cara de "¡Ah cómo hay gente tan preguntona!" me dice que lo que pasa es que por el mal tiempo en los Estados Unidos los vuelos están siendo retrasados y desviados y en algunos casos cancelados.

"¡Sacrilegio! ¡A la hoguera!" ¡Ah, caray! No, perdón. Me he dejado llevar por mi fervor. No es sacrilegio lo que pienso. La sangre se me va toditita del rostro. Entiéndame, hipotético lector de este diario. He viajado con anterioridad fuera del país (un par de veces a los United States), pero nunca tan lejos, así que lo nopal en mi rostro denota la duda que agolpa mi mente y que dice "¿Y ahora, qué chingaos hago?"

Sin embargo, mi abuelo que nunca me ha dejado solo aboga por mí. Un supervisor aparece y me pregunta que a donde me dirijo y a que hora. Saco mi hojita impresa con los datos de la reservación del vuelo. La mira y me dice: "No se preocupe, usted sale hoy. Por favor fórmese."

Hasta ese momento me doy cuenta de que, si hubiera hecho caso al consejo de la escuincla esa, lo más seguro es que hubiera perdido mi vuelo. Me formo con mi maletota. La fila avanza lentamente. Veo las caras de los viajeros, algunos de cansancio, otros de diversión, los más con cara de aburrimiento. Se nota que tienen muchas horas varados en México.

03:35 am. Estoy a la mitad del camino. Al parecer mi vuelo va normal. De acuerdo con mi reservación debo salir por United Airlines de la Ciudad de México, hacer una escala en la ciudad de Atlanta y de ahí salir a París.

03:46 am. Una gordita supervisora (o una supervisora gordita, como se les acomode mejor) camina entre los pasajeros verificando sus destinos. Llega a tres personas antes que a mi, verifica el boleto de uno de ellos y se lo lleva de la fila apresurada. Mi mente me dice "A este wey ya lo agarraron por terrorista". Pero no, sucede que su vuelo sale en diez minutos y si no se apura se va a quedar varado en México DF por un par de días más.

03:46 am. La gordita aparece nuevamente y verifica de nuevo desde el principio. Parece que su sentido de orientación ha quedado dañado con el caos que se vive. Resulta que, mientras esperamos algunos viajantes han sacado sus móviles (celulares, pues) y han averiguado que en los Estados Unidos se está viviendo un clima tan frío como no se ha visto en años, al grado que hay muchísimos aeropuertos cerrados por nieve, e incluso las famosísimas cataratas (las del agua, no las de los ojos) de Niágara han quedado congeladas. Al parecer por esta razón estamos detenidos así.

03:53 am. La gordita llega a mi y me pregunta a donde me dirijo. Con un aire de suficiencia, tratando de no parecer más nopal de lo que ya estoy le digo "A París". Me mira y me dice: "Bien. Lo cambiaremos a Nueva York". "What????" pienso, pero me quedo así sin decir nada. La gordita se va y ni siquiera me dice por que carajos me mandan a New York cuando mi vuelo dice claramente que salgo por Atlanta.

04:13 am. Finalmente he llegado al mostrador. Un empleado con cara de cansancio acumulado me pide mi reservación, mi pasaporte y la maleta. Sin ni siquiera explicarme que carajos pasa me entrega un pase de abordar y me dice que mi vuelo sale a las 5:30 am vía New York y que ahí tengo que hacer la conexión a otro vuelo de United para salir a París. Veo mi reloj y me horrorizo: Son las 4:13 y el vuelo aunque sale en una hora y cachito, aún tengo que pasar la revisión. Lo bueno es que ya no tengo que cargar esa horrible maletota, pues ya ha quedado registrada. Corro siguiendo las instrucciones que me han dado y llego finalmente en diez minutos a la salita de espera para el vuelo a New York.

04:25 am. ¡Uff! Ya estoy en la salita de espera. Puedo ver el avión esperándonos para abordar. Nos indican en la pantalla que el abordaje se llevará a cabo a las 5:00 am, lo que me da unos cuantos minutos para perderlos de la manera en que mejor me plazca. Decido que lo mejor es comer algo, pues no se que vaya a pasar después. Si algo aprendí en mi último trabajo es que, cuando puedas comer lo hagas, porque no sabes cuando acabes lo que estés haciendo. Me dirijo al restaurante más cercano y pido un desayunito (huevos revueltos, frijolitos, tortillitas, un café y un jugo de naranja por el que pago $115.00) Me lo como tan rápido como puedo y llego a la sala a punto de iniciar el abordaje.

05:13 am. Me ha tocado pasillo. A mi lado viajan un par de Belgas (sin albur) que han estado varados en la ciudad de México por cuatro días debido al clima. Ellos originalmente iban de regreso a su país natal Bélgica (de ahí lo de belgas, no por otra cosa, porque sí a esas nos vamos yo no presumo) pero el clima los ha desviado cada vez más. Originalmente viajaban de New York directo a Bruselas, pero el clima los envió de New York a Atlanta, de Atlanta al DF, del DF de regreso a New York y de ahí los enviarán al parecer a Münich para el último vuelo a Bruselas. Dejo de quejarme porque ellos sí que han estado amolados desde el principio.

05:25 am. Se ha cerrado la puerta del avión. Las señoritas Zapata nos piden que apaguemos celulares y nos abrochemos el cinturón. Nos empiezan a mostrar los procedimientos de seguridad.

05:28 am. El capitán cuyo nombre no recuerdo nos pide que permanezcamos sentados mientras las luces indiquen eso. Al avión lo han empezado a sacar del área para iniciar el carretaje hacia la pista. En mi pancita empiezo a sentir esa sensación tan familiar que precede al despegue. Mentalmente empiezo a despedirme de todos mis seres queridos y a encomendarme para este nuevo episodio de mi vida.

05:30 am. El avión está en posición para el despegue. Los motores rugen mientras le dan la luz verde al piloto.


05:32:12 am. De pronto los motores cobran vida y la aceleración me hunde en el asiento. Definitivamente, si pensaba en rajarme ya valió. Ya no puedo salir de aquí y menos rajarme. Cada vez me siento más y más hundido en mi asiento. Han pasado unos segundos y de pronto lo siento...

05:33 am. ¡He dejado de pisar México! La aceleración me hunde más y más mientras el enorme pájaro de fuego se eleva. En un ángulo de 38° nos vamos hacia arriba, los segundos pasan, pero finalmente he dejado mi suelo amado. Dijera no mi compadre, sino el gran Sherlock Holmes:  Comienza el juego.

24 de enero de 2014
Ciudad de México

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Saliendo a México

Mi entidad ya no es el ranchote que era cuando llegué a vivir a ella hace cuarenta años. En mis mocedades se decía que Zacatecas solamente tenía dos estaciones: La de invierno y la del ferrocarril. Sin embargo, al paso de los años el progreso ha dejado sentir sus pasos en el estado y ahora cuenta con más infraestructura de la que tal vez quisiéramos. Así pues, ya desde hace algunos buenos años contamos con un aeropuerto que ha ido creciendo para ser, de un humilde cacho de pista para avionetas a un flamante aeropuerto internacional (internacional porque al menos realiza un vuelo a Los Angeles, California).

Preparado mi vuelo de Zacatecas al Defectuoso (1) salí una mañana fría del 23 de enero de 2014 a las 11:00 am. Abordé el vuelo de Interjet, un bonito avión blanco como la nieve. No es sin embargo la primera vez que abordo un avión. Siempre que subo a uno no puedo evitar el sentirme un poco nervioso. Supongo que es esa sensación de perder el poco control que tengo en mi vida y que éste quede a manos de una persona que no conozco y que es el responsable de acelerar el ave de metal hasta 250 Kms/h, tirar de los mandos y elevarnos a 18,000 pies.

No se por qué también, Zacatecas se especializa en tener bolsas de aire. Desde que viajé por primera vez en un avión desde el Aeropuerto Internacional Leobardo C. Ruiz (Zacatecas, pues), siempre, siempre, siempre he sentido esas llamadas bolsas de aire. El avión cae unos cuantos centímetros cuando la sustentación del avión se pierde por la diferencia de presión entre un punto y otro, lo que ocasiona que se sienta como si el avión quisiera que dejaras tus tripas en el techo o en el piso.

Sin embargo, el vuelo se llevó con todo, en buen tiempo y forma. Las señoritas de apellido Zapata (nuevamente léase la obra de Fernando Rodríguez Lapuente: Dijera mi compadre, porque no pienso explicar el por qué de mi comentario) fueron muy amables. Una cerveza a medio día (Corona), unas papitas (de hecho dos paquetes, supongo que les caí bien, porque generalmente solo te dan uno) y la visión enfrente de mi en unas pequeñas pantallas que te muestran el despegue y el aterrizaje del avión, así como todo el vuelo fueron una excelente compañía.

Finalmente, después de unos buenos 55 minutos empezamos a sentir el descenso del aparato (no sean mal pensados, del avión pues). Aparece enfrente de mi la conocida figura del monstruo que es el Distrito Federal, la ruta conocida del avión que pasa muy, pero muy cerca del World Trade Center, tan cerca que casi casi sacas la mano y sientes el techo del edificio, hasta que finalmente aterriza en la pista del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México Benito Juárez. Curiosamente el aterrizaje es tan suave que ni siquiera se siente cuando las llantas tocan tierra. Yo sí le aplaudí al piloto, pero el resto de la gente (bola de nacos) ni siquiera un gracias.

Al momento de aterrizar en la Ciudad de México hago un pequeño recuento. La aventura ha iniciado ya. No hay vuelta de hoja. Voy en busca del Vellocino de Oro, y no hay marcha atrás. He dejado hace apenas unos minutos mi tierra por tantos años y ahora estoy a unas horas de dejar mi país.

¿Saben lo que se siente? Aún no puedo encontrar las palabras adecuadas para representarlo. Es como si una parte de ti te dijera "¡Sí, vete!" y la otra te diga "¡Estás muy wey! No te vayas". El peso que se siente en el alma no se puede describir. La cantidad de imágenes que pasan por tu mente igual. No se cuantas veces pensé y pensé y de pronto me di cuenta de que ya no pensaba (¡Qué filosófico! ¡Qué profundo!)

Después de dejar la aeronave me dirijo al carrusel 14, donde al cabo de unos quince minutos empiezan a aparecer las maletas. Ah, olvidaba decir algo. Mi madre insiste en que tengo que llevarle a mi hermana unas "cuantas" cositas. Mi maleta tiene capacidad para unos 25 kilos de carga, de los cuales solamente 4 corresponden a mis cosas (tres pantalones, cuatro camisas, cuatro juegos de ropa interior calcetines incluidos, un sueter y unos zapatos) y el resto son: Harina de Maiz, salsas, chiles en conserva, dos botellas de tequila y una de mezcal, papeles, y no se que tanta cosa más, el chiste es que la dichosa maleta pesa como si llevara en ella escondido un polizonte, además de que es una maleta vieja, que cuesta mucho maniobrar. Creo que a partir de ahí mi destino queda sellado. Las maletas que usaré en el futuro serán de esta manera.



Yo había sugerido utilizar una típica maleta de campamento, la cual estoy acostumbrado a llevar, pero nooooo, me dicen que tengo que usar esa maleta porque es más fácil de llevar. Se nota que no son ellas las que la tienen que agarrar. Pues, finalmente estoy en el defectuoso, llevando 21 kilos que no son míos, 4 que sí, y me dirijo al hotel donde pasaré la noche, porque mi vuelo sale al día siguiente a las 6:00 am.

Como precaución decido visitar el mostrador de United Airlines, línea que usaré para viajar a Europa al día siguiente y comprobar con cuanto tiempo de anticipación tengo que estar para documentar los 25 kilos que ando cargando. Al llegar al mostrador no veo ningún alma en el sitio, está totalmente solo. Una increíble sensación de paz me inunda. Me digo a mi mismo: "Mi mismo, si así está mañana el vuelo será tranquilo". Una amable señito (para no entrar en discusiones si es señorita o señora) me indica que puedo estar con una hora de anticipación, debido a que no hay muchos vuelos. Le agradezco y sigo mi camino. De pasada compro un par de cajetillas de cigarros, un encendedor, una cerveza y salgo del aeropuerto con rumbo a mi hotel, llamado "Posada Aeropuerto".

Hago un paréntesis para hacer un comercial gratuito: El hotel posada Aeropuerto es económico, limpio y cercano al aeropuerto, si acaso unos cien metros cruzando el boulevard. Cierro paréntesis.

Llego a mi hotel, compruebo la reservación y me dispongo a descansar el resto del día, a ordenar mis pensamientos, a ver televisión, a hablar y despedirme de mis seres queridos. Hago algunas pausas para fumarme un cigarrillo y beber mi cerveza.

Finalmente dan las 10:00 pm y considero que ya no es prudente salir a ninguna parte. He comprado antes unas cosillas para cenar y me dispongo a descansar. Antes decido que es importante bañarme esa misma noche para no andar a las carreras al día siguiente. Si mi vuelo sale a las 6:00 am y con lo que me dijo la señito del mostrador, creo que si llego a las 5:00 am será una buena hora. Así que deberé despertarme a las 4:00, arreglar maleta, entregar la llave y llegar al aeropuerto con buen tiempo a documentar.

Son las 11:00 pm cuando me acuesto en la cama y me dispongo a dormir.

23 de enero de 2014
Ciudad de México


1 - Para el hipotético lector que no comprenda esta jerga verbal, le explicaré que la Ciudad de México recibe el nombre de Distrito Federal, abreviado como DF. En jerigonza se dice DeFectuoso. Nota del Autor (¡Ay wey! Me sentí como J.J. Benítez y su "Caballo de Troya")

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La causa

Pueden llamarme Alejandro. Hace algún tiempo, no importa cuanto...

Como aclaré en la entrada anterior, hago uso de la famosa frase de Herman Melville para dar apertura a esta serie de relatos cortos de mis vivencias en estos viajes que he tenido la suerte de realizar. Y como no quiero que el inicio suene muy "snob", lo haré de nuevo.

Me llamo Alejandro. Soy mexicano de nacimiento y de agradecimiento. Al momento de escribir estas líneas tengo cuarenta años y voy en camino a cumplir el número fatídico de años. Creo que para esas fechas simplemente volveré a cumplir cuarenta y al siguiente año serán solamente cuarenta y dos. Para aquel hipotético lector que no comprenda lo que digo lo invito a investigar un poco la historia de México. Encontrarán un episodio célebre durante el porfiriato ligado al yerno de mi lejano pariente Don Porfirio Díaz y un grupo de célebres comensales en una fiestecita el 18 de noviembre de 1901.

Pero estoy perdiendo un poco el hilo de mi narración dejándome llevar por uno de esos sucesos que quedan en el inconsciente colectivo del mexicano. ¿Donde estaba? ¡Ah, sí!

Durante toda mi vida radiqué en México, específicamente en Zacatecas, terruño querido a pesar de haber nacido en el bello estado de Guanajuato, con todo y sus momias. Fui llevado a la capital del estado con apenas mis flamantes cuarenta días de nacido (¡Ah, caray! Como que ese numerito se repite muy seguido). Apenas llegado a dicha ciudad mi vida comenzó en realidad. Buscar donde vivir (obvio que mis padres porque yo era un mocoso chillón que veía en su vida tan solo tres enormes responsabilidades: comer, dormir y zurrar).

Pues viví toda mi vida en esa bella ciudad. Sin embargo, en los últimos tiempos la situación económica de mi entidad y de todo el país es cada vez más precaria. El dinero no rinde, el trabajo no existe, el salario mínimo se vuelve mínimo y la canasta básica se vuelve inexistente. Por tal motivo mi hermana me hizo una proposición que estuve a punto de rechazar: ¡Vente a trabajar conmigo!, me dijo. En Europa ella labora para una empresa francesa de turismo internacional.

Así pues, después de mucho pensarlo tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre. Decidí dejar de comer gansitos Marinela. Después de esa decisión tomé otra que también repercutiría para siempre en mi vida y en la de aquellos que me rodean: acepté viajar a Europa.

La causa fue que mi trabajo ya no era redituable, las deudas cada vez mayores y las broncas iban de la mano de las deudas. Sopesé los pros y los contras. Los contras de todos son sabidos: dejas a las personas que amas, dejas todo y te vas a un país que no conoces, con un idioma que no conoces, a hacer un trabajo que no conoces. Los pros, las posibilidades de recuperación económica son muy altas (al momento de escribir esto 1 Euro = 18 MN).

Finalmente, haciendo gala de ese valor que solo tenemos los mexicanos (es decir: me apreté un huevo y me amarré el otro) salí de mi ciudad rumbo al DF.

Pero esa parte la narraré en otro episodio.

Enero, 2014.

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El Inicio

Podeis llamarme Ismael. Hace mucho tiempo, no importa cuanto...

¡Ah caray! Creo que mi memoria se remontó mucho tiempo atrás cuando leí por primera vez "Moby Dick". Lo siento, Señor Melville, no es mi intención llevarme el crédito por tan ingeniosa frase de apertura, es solo que si cambio el Ismael por Alejandro, la cosa puede mejorar bastante.

Bueno, hagamos uso de esa licencia poética que utilizan los escritores (los intentos de escritor como yo lo hacemos más a menudo) y empecemos esta recolección de hechos al estilo Melville. Aclaro que mi español no es castizo, sino en términos modenos "Mexicano", y si no lo creen simplemente carguen un DVD en su aparato reproductor, seleccionen la opción Idioma y vean como aparece (generalmente) Español Castellano y Español Mexicano.

Otra cosa más. La idea de este blog es simplemente que no se me olviden las experiencias que he tenido que pasar en estas tierras lejanas. No soy un escritor profesional, ni aspiro a serlo. Agradezco a aquellos que se den el tiempo de leerlo, y a los que no, pues igual se los agradezco. Dijera mi compadre: "Pos hay que ser agradecios, ¿no?" (* Léase la obra de Fernando Rodríguez Lapuente 'Dijera mi compadre').

Dicho lo anterior, pasemos pues a las vivencias.

París, Francia, Enero de 2014

Y dirán algunos: "¿Enero de 2014? ¡Pero si la entrada es de abril!" Aclaro, este blog lo he empezado a escribir a destiempo, cuando mis memorias aún se encuentran frescas. Pronto tomaré el avión de regreso y si por obra del destino llegara a ocurrir algo, quiero que al menos queden plasmadas algunas vivencias en este medio. La fecha no coincidirá cuando ocurrió. No importa. Al final de cada entrada estará por lo menos el mes en el que anduve con esas cuitas.

Aclarado el punto pues continuemos.

Nota 2: Es importante aclarar que el contenido de este blog se distribuye mediante la licencia Creative Commons ND (No Derived).