viernes, 18 de abril de 2014

El vuelo a Europa (Segunda parte - New York a París)

24 de enero 2014. Ya voy en camino. Es la primera vez que viajaré tan lejos. Mis experiencias previas en los Estados Unidos se han limitado a California y Texas, del lado Oeste del país. Ahora voy al este, al lugar de llegada de cientos de miles de inmigrantes, la puerta de la oportunidad.

Mis compañeros de fila son muy amigables y hablan un inglés muy aceptable (para ser belgas, nuevamente sin albur). La señora va sentada del lado de la ventanilla, luego su amigovio (porque eso es, no están casados pero viajan juntos, juntitos) y luego yo del lado del pasillo. Durante las dos horas que dura el vuelo platicamos amigablemente. Resulta que están molestos con las autoridades gringas porque los han tratado muy mal.

Más tarde empiezan a acercarse con las bandejas del desayuno. Afortunadamente he comido en el aeropuerto porque resulta que United Airlines ya no da alimentos en ningún vuelo, ahora los cobran. Solo te dan las típicas bebidas (refresco, agua o jugo) porque si quieres una cerveza te la venden tres veces más cara que en el bar más caro del aeropuerto. Solamente tomo un refresco y una bolsa de cacahuates.

Finalmente empiezo a sentir el descenso. Es curioso como de pronto te das cuenta que el avión discretamente ha empezado a bajar y bajar. Mi lógica diría que el avión se acomodaría en un vector de aproximación directo, pero nuestro descenso se ve modificado por vueltas a la izquierda, a la derecha, subidas y bajadas. Durante quince minutos nuestro vuelo pareciera errático. Finalmente me decido y volteo hacia la ventanilla tratando de pasar de lado las sensaciones desagradables que me da el que nos movamos tanto.

¡Que maravilla! ¡Todo está blanco! Las nevadas son claras. Y de pronto otra imagen increíble: Pasamos por un lado de las cataratas del Niágara y las alcanzo a ver en todo su esplendor, pero congeladas. No hay palabras. Estoy tan arrobado que olvido sacar el teléfono para tomar fotos. Más adelante veo a Doña Libertad. Me imagino en los miles de refugiados que la vieron por primera vez desde sus barcos a su llegada.

Por fin iniciamos el descenso. Nos han solicitado que usemos los cinturones de seguridad todo el tiempo. De pronto aparece el aeropuerto y el avión toca tierra. He llegado a New York, aeropuerto New Ark.

Hace muchos años tramité la residencia norteamericana, por lo que no tengo problemas para entrar y salir de los Estados Unidos. Bajamos del avión y rápidamente me dirijo a migración. Toman mi green card y oficialmente estoy en los Estados Unidos. Antes de irme a la sala de abordaje (porque aún cuento con tiempo de sobra) decido salir un momento del aeropuerto. Por primera vez respiro el aire de New York, tomo la nieve con mis manos y agradezco la oportunidad de estar ahí.



Mi vuelo sale hasta las 6:05 pm. así que tengo algo de tiempo para hacer algunas cosas. Sin embargo aún soy medio guarín para moverme en otra ciudad que no conozco y no me atrevo a dejar el aeropuerto, ya habrá tiempo para ello después, así que solo paseo por todo el aeropuerto.

Entro en las tiendas duty free, veo los productos, veo a las personas (¡Ah como hay negritos!). Finalmente son las 5:10 pm. Corriendo llego a la sala de embarque donde tomaré el siguiente vuelo. Nuestro avión ya está ahí pero aún no iniciamos el abordaje. Cuando nos forman para pedirnos los documentos un negrito muy simpático me pregunta que cuanto tiempo estaré en París y le respondo que tres meses. Se me queda viendo con cara de envidia, pero ya no dice nada.

Pertenezco al grupo de abordaje 5, así que seré de los últimos. Mi asiento es el 33F (a la mitad del avión) y la sala de abordaje es la C120 (la cambiaron de último minuto).

Cuando por fin abordo el avión realizo un pequeño ritual que desde hace muchos años hago al subir a la nave. Toco con mis dedos el fuselaje y le digo "Pórtate bien". Entro, me indican mi lugar, acomodo mis cosas y me dispongo a iniciar el vuelo. Cuando veo, me doy cuenta de que el avión en realidad no va tan lleno. Mi asiento está en pasillo, a la mitad de la nave y los otros dos asientos a mi izquierda van vacíos. Esto me agrada, porque son muchas horas de vuelo y si lo deseo puedo estirarme en los tres asientos. La llegada a París está programada a las 7:35 am hora de Francia.

Cuando inicia el carretaje de la nave nos ponemos los cinturones. El capitán, un francés nos indica el tiempo de vuelo y los servicios que disponemos a bordo, mientras las azafatas nos dan las indicaciones de seguridad.

A las 6:02 pm el avión se encuentra listo para despegar. Esperamos unos minutos para la luz verde de la torre y ¡Arrrrrrrrrrrrraaaaancaaaannnnn! Nuevamente la velocidad me pega al asiento y en unos segundos hemos dejado tierra. Si la aventura había iniciado al dejar la Ciudad de México, ahora viene lo bueno.

Durante el viaje que nos llevará buena parte de la noche no puedo dormir. Me acomodo a lo ancho de los sillones pero no puedo dormir, así que mejor me pongo a ver cuanta película ofrecen a bordo ya que son gratis. Al igual que el vuelo de México a New York los alimentos y bebidas mejores son pagadas, por lo que me conformo con una cena incluida de pasta que no estaba tan mala como lo esperaba. Después de cenar, cada 45 minutos pasan a ofrecerte agua, por lo que a cada rato visito los sanitarios del avión.

No puedo dormir, lo intento pero no puedo.

Al cabo de muchas horas hemos dejado atrás el continente americano y el oceano. La ruta se nos presenta en las pantallas de los asientos, así sabemos por donde vamos y en dado caso donde se caerá el avión. Pero no pasa nada de esto. Finalmente empezamos el descenso hacia el aeropuerto Charles de Gaulle. El aterrizaje es rápido pero violento. Sentimos perfectamente el golpe cuando el avión aterriza, ahora no obtendrá de mi un aplauso. Carreteamos por la pista hasta llegar a nuestra zona de descenso. Me pongo mis tenis y cuando la luz del cinturón de seguridad se apaga me levanto y tomo mis cosas. Son las 7:45 am y afuera está todo oscuro. No parece que es de mañana. Ni siquiera pude ver la torre Eiffel a mi llegada porque el aterrizaje fue muy rápido, además de que no nos indicaron ni la hora ni la temperatura.

Salgo del avión y me dirijo hacia la zona de entrega de equipajes. De pasada me topo con migración. Espero que no me digan nada, ya que aunque tengo mis documentos en regla nunca tramité una visa ni nada por el estilo. Según tengo entendido no es necesaria, pero uno nunca sabe.

El oficial de aduana me mira cansado, se ve que ha estado de turno nocturno. Toma mi pasaporte, me pregunta que cuanto tiempo estaré en Francia y el motivo de mi viaje a lo que respondo que serán tres meses y que vengo de paseo. Me sella mi pasaporte y ahora sí, oficialmente estoy en Francia.

Me dirijo a la zona de entrega de equipajes. Después de algunos minutos aparece la maletota negra que me he llevado. La tomo con cansancio pues no he podido dormir y me dirijo a la salida. Ahí me espera una figura menudilla que reconozco de inmediato. Es mi hermana que ha ido a recogerme.

Salimos del aeropuerto y nos dirigimos a la estación del metro. Entramos y mientras ella me platica cosas me doy cuenta de que en realidad no estoy prestando mucha atención y no entiendo todo lo que me dice. Mi idea es permanecer despierto todo el día para dormir al horario francés y que el decalaje no me pese más de lo debido, pero ahora el cansancio empieza a hacer mella en mí. A bordo del metro nos dirigimos a la estación Simplón.

Llegamos a la estación. Descendemos del metro y salimos a la calle. Afuera ya es de día, la luz del sol brilla pero el frío cala bastante. Llevo mi abrigo de lana y abajo una chamarra térmica y aún tengo frío. Mis guantes no parecen filtrar la sensación térmica y mis pies se congelan. Sin embargo lo importante es que ya estoy en París. La fecha es 25 de enero de 2014.

Cuando llegamos al departamento sale a gruñirme su xolo, Carmen. No me conoce, por lo que me ve como un extraño. Le pido que me deje descansar solo un momento, pero sin darme cuenta caigo dormido al instante.

Cuando despierto han pasado un par de horas.

Pero no importa. Ya estoy en París.

25 de enero 2014.

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